martes, 27 de enero de 2015

BUCÉFALO Y BONITA

ENERO DESCEREBRADO

ATECEA publica nueva entrada en su proyecto CUENTOS DESCEREBRADOS esta vez comenzamos 2015. Todo ello  es gracias a la colaboración de Venancio Rodriguez, el cuál junto a usuarios de nuestra Asociación, darán a luz historias en formato cuento, los cuales narrarán vivencias, sueños e ilusiones que viven o han vivido nuestros usuarios. Ilusionados con el proyecto, con el que damos visibilidad al Daño Cerebral Adquirido os dejamos el primer cuento del año realizado con Carmen Bonet.

Carmen Boned


BUCÉFALO Y BONITA

Érase una vez que una alienígena unicelular apareció en el pueblo de Lanaja, Huesca. Se llamaba Angelina Jolie, y era natural de un planeta  en el que la vida estaba  próxima a desaparecer por motivos climatológicos. Como último recurso, los gobernantes de aquella estrella errante mandaron a la más aguerrida guerrillera de que disponían en su ejército en aquel momento para  explorar otros mundos posibles donde poder vivir. La metieron en una máquina desintegradora atómica y la teletransportaron al planeta azul. Al reintegrarse en la tierra, por error fue abducida por una yegua que estaba enganchada a una carreta. Dentro de ella iba una niña de 4 años. La potranca, al sentirse  poseída por un extraño ser, salió como una flecha desbocada calle abajo.  Una tía de aquella niña, sin pensárselo dos veces, cogió inmediatamente una bicicleta y salió rauda tras el animal con la esperanza de conseguir pararla. Cuando llegó a su altura, se puso de pie en el sillín y saltó de un brinco dentro del carromato con tan mala suerte que  se cayó al suelo. Al final de la cuesta, el cuadrúpedo tenía que girar ya que  la carretera se bifurcaba en dos ramales, con el consiguiente peligro de volcar el carruaje y que  la chica saliera despedida por los aires. Gracias a que se agarró en el último momento de una cuerda que pendía de la parte trasera de la tartana,  la tía consiguió no perder el contacto con la misma.  Con un esfuerzo sobrehumano, fue trepando por la cuerda, arrastrando todo el cuerpo por el suelo  hasta que estuvo otra vez dentro de la carreta. Con la intrepidez de una heroína, llegó hasta donde estaban las bridas del caballo y tiró de ellas emitiendo un enérgico ¡sooooo!  Justo antes de llegar a donde necesariamente tenía que girar, la yegua se paró. La tía cogió a su sobrina y la abrazó estrechamente. Sus vestidos estaban rasgados y manchados de sangre, pero a  ella no le preocupaba, había conseguido salvar a su sobrina de una muerte segura y eso era lo único que importaba.

A partir de aquel día, Bonita, que así se llamaba la yegua,  no fue la misma; de lo cual todo el mundo en el pueblo se extrañaba mucho, pues siempre había sido un animal muy obediente. En poco tiempo la alienígena consiguió hacerse con la voluntad del bicho. Paulatinamente iba preparando el desembarco de sus congéneres. Sus órdenes eran reconocer y preparar el terreno. Encontrar a seres vivos influyentes para después colonizarlos de la misma forma que ella lo hizo con Bonita, introduciéndose en su mente. Bonita tenía una relación con su abuela paterna fuera de serie. Todos los caprichos que la potra le pedía, la abuela se los daba. Las dos se querían mucho.  En el pueblo de Lanaja había sido muy feliz con su cuadrilla de amigos: correteando por los prados, cogiendo nidos de pájaros, durmiendo en el corral que tenía sus padres… En fin, todos los juegos propios de una joven potrilla. Pero todo eso cambió de repente aquel aciago día en  que el incomodo huésped venido de otro mundo se alojó dentro de ella sin permiso.

Cuando todo el pueblo estuvo colonizado y dominado por aquellos seres, Bonita se fue a Zaragoza para continuar con su callado trabajo. Para entonces, la yegua había cumplido ya los 14 años. Pensó la astuta alienígena que si se ponía a servir en casa de un General del ejército, conseguiría el dominio del mundo, y así lo hizo. La estrategia era muy sencilla: hacerse querer por la familia del General y ser dócil y servicial para ganarse la confianza de los altos mandos del ejército. Mientras tanto, secretamente iría colonizando nuevos cuerpos como vehículos donde su gente pudiera parasitar. Un día, la malévola angelina llevó a cabo una argucia para que la familia creyera en la lealtad que supuestamente ella les prodigaba. Como su dueño era General médico, se le ocurrió cambiar el contenido de una jeringuilla que el facultativo iba a utilizar para curar a su nieto de una infección en la glándula-epitelial-difusa-concomitante-transgénica. El buen anciano, cuando le inyectó al niño aquel líquido, observó espantado cómo el pequeño cambiaba de color: primero se puso amarillo, luego verde, después rojo de forma intermitente. Por los ojos lanzaba destellos violetas. Más tarde, se puso a disertar sobre la crianza de los gamusinos azules en cautividad, haciéndolo de una manera desmedida, casi eufórica diría yo. En ese momento, el yayo quería morirse. Pensó que se había equivocado de antibiótico y que, posiblemente, le había inoculado al niño algo que podría matarlo. En ese momento entró en escena Bonita. Puso sus patas delanteras en la cabeza del niño, emitió unos extraños sonidos y el chiquillo volvió a su normalidad. El General Niquitonipongo, que era de ascendencia nipona, no cabía en sí mismo de gozo y le dijo a la yegua:

−Pídeme lo que quieras que te lo concederé.

La muy ladina Angelina, se lo pensó un rato, después de lo cual dijo con voz  inocente, como aquel que nunca ha roto un plato:

−Yo quisiera hacer un cursillo acelerado del INAEM para aprender corte y confección. Después, me gustaría establecerme en el centro de Zaragoza, si no es mucha molestia.

El agradecido General le dijo inmediatamente que sí. Le hubiera concedido el mundo entero si se lo hubiera pedido, porque era un fervoroso creyente y tenía un alto sentido del honor. Qué poco se percataba el buen General de lo que estaba tramando su yegua preferida. ¡Qué equivocado estaba con ella! En fin, después de hacer el cursillo, se estableció en el paseo Independencia. Allí, la astuta mensajera del espacio hizo contactos de extrema importancia. Cogió amistad con las mujeres de los hombres más influyentes del lugar. A la vez que éstas le traían a su establecimiento a toda la familia. A cada nuevo cliente, le introducía un nuevo paisano suyo dentro de su cerebro, de tal forma que en menos de tres años, toda Zaragoza estuvo colonizada por los marcianos unicelulares, presidiendo éstos los puestos más relevantes de la ciudad tales como el Ayuntamiento, la Diputación, la policía, el ejército, la televisión, la radio, la prensa, etc.

Ocurrió que al tercer año, Bonita tuvo que cerrar el negocio y regresar a Lanaja porque su madre se había puesto muy enferma. Para guardar las apariencias de ser buena hija,  volvió al pueblo a regañadientes. Hay que decir que en el tiempo que estuvo abierto el negocio, conoció al que sería su futuro marido. Después de que su madre mejorara de su enfermedad, Bonita volvió a Zaragoza para proseguir con sus conspiraciones, pero ahora continuó fraguándolo a nivel mundial. Ella se dedicaba, en esta ocasión, a la venta ambulante de un jarabe maravilloso que igual te curaba un corte de digestión, un dolor de muelas,  una colitis,  una alopecia difusa, etc. Poco a poco su red maléfica se fue extendiendo como una tela de araña sin que nadie se diera cuenta. A los dos años de ejercer este nuevo empleo, Bonita se casó con Bucéfalo. Más tarde, ayudado por ella, éste llegó a ser presidente de una de las empresas más pujantes de toda España, La Telefónica.  A través de esta empresa planeó introducirse en Estados Unidos y desde allí, acceder al resto del mundo. Todo estaba tramado, Su planes se estaban cumpliendo a las mil maravillas. Mientras tanto, Bonita tuvo dos potrillos: Babieca y Rocinante. Pretendía colocarlos  en puestos estratégicos en aquel país. Una vez introducida Angelina Jolie en la Casa Blanca, la cosa fue fácil. Cuando ya casi toda la tierra estaba colonizada, ocurrió que llegaron a oídos del Comité Interestelar de Defensa de los Animales lo que estaban maquinando aquellos invasores y decidieron intervenir. Desde el futuro hicieron venir a una  hormiga atómica armada de un sacacorchos y una escopeta recortada de dos cañones, su nombre era: Arnold Schwarzenegger. Sus órdenes eran tajantes: extraer del cerebro con el sacacorchos aquellos molestos inquilinos sin que nadie se diera cuenta, causándoles el menor daño posible.

Eran las 12 de la noche del 7 de  enero del 2010 cuando Arnold fue teletransportado a la cuadra donde estaba Bonita. Ella tenía 57 años cuando esto ocurrió. Al practicarle la extracción de la alienígena, puso tanto ímpetu que, la yegua tuvo un derrame cerebral. En ese momento Bonita llamó a Rocinante, su hijo pequeño, y le pidió que la llevase al sillón porque ella no podía hacerlo sola. Pero, al ver éste que la cosa no pintaba bien, decidió alertar a la familia. Llamaron inmediatamente a la ambulancia y la ingresaron en la unidad de cuidados intensivos del hospital Veterinario. Allí estuvo ingresada 2 meses y después la llevaron al Corral Hospital de San Juan de Dios. Gracias a Rocinante la cogieron a tiempo. Pero aún así, toda la parte derecha de su cuerpo la tenía inutilizada. No podía tragar. No podía caminar. No podía hablar. La alimentaban por una sonda nasogástrica. En fin, una pena. Bucéfalo, su marido,  la obligaba a hacer ejercicios a diario y, gracias al tesón y la constancia que los dos demostraron en su cura, Bonita fue recuperando paulatinamente el dominio de su cuerpo. Al extraer  Arnold Schwarzenegger el huésped de su cabeza, Bonita volvió a recuperar su antigua forma de ser comprensiva y buena, aunque  es cierto que a un precio muy elevado. Algunas de sus facultades quedaron algo mermadas, sin embargo, otras se vieron incrementadas como por ejemplo las cualidades artísticas. Bonita iba casi todos los días a un Centro de rehabilitación que se llamaba Atecea. Allí le enseñaron a pintar al óleo, a hacer paisajes de medio punto y la animaron a escribir un  libro de recetas de cocina. Un año se presentó Bonita a un concurso de pintura al óleo y lo ganó. Ella misma era tan inconsciente de su nueva capacidad que, al recibir la noticia del premio no se lo podía creer. Total –decía ella−, ¡si sólo hice cuatro trazos mal puestos por aquí y por allá y nada más!…

Por su parte, la hormiga atómica, Arnold Schwarzenegger, fue realizando su labor sin hacer ruido y sin dejar demasiado perjudicados a los pobres terrícolas. Según tengo entendido, aún anda por esos mundos de Dios con su sacacorchos y su escopeta recortada liberando a la tierra de la posesión extraterrestre. Gracias a que Bucéfalo cogió la jubilación anticipada, se pudo dedicar en cuerpo y alma a ayudar a su querida yegua a recuperarse. A pesar de que no fue fácil la vida para ellos a partir de entonces, aquellas circunstancias los unió aún más si cabe… Lo que nadie sabe, excepto usted y yo, claro está, es que la verdadera razón del ictus de Bonita fue que Arnold extrajo a Angelina Jolie de su cabeza con un sacacorchos. Pero por favor, si por casualidad algún día la ve, no se lo diga, ¿vale?

                                                                FIN


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