miércoles, 12 de febrero de 2014

REUNIÓN, LA GACELA BLANCA

FEBRERO DESCEREBRADO

Javier Cañadas y Venancio Rodriguez
ATECEA publica nueva entrada en su proyecto CUENTOS DESCEREBRADOS gracias a la colaboración de Venancio Rodriguez, el cuál junto a usuarios de nuestra Asociación, darán a luz historias en formato cuento, los cuales narrarán vivencias, sueños e ilusiones que viven o han vivido nuestros usuarios. Ilusionados con el proyecto, os dejamos el segundo cuento desarrollado con JAVIER CAÑADAS.

REUNIÓN, LA GACELA BLANCA

Había una vez una gacela blanca como las nieves del Kilimanjaro. Que fue un triunfador en todo, aunque en todas las cosas que se propuso fracasó. Y, ¿cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser que alguien sea un triunfador habiendo fracasado en todo? Os preguntareis sin duda alguna. Bien, si seguís leyendo con atención el relato que os voy a contar, enseguida lo comprenderéis.

Se llamaba Reunión la gacela, era macho y era un príncipe, aunque él no lo sabía. Todas las hembras se lo rifaban. Mas él, nunca movió un solo dedo por conquistarlas. Solo tenía que ser él mismo y todas se le rendían a su paso. Aunque le faltaba seguridad en sí mismo, tenía todos los triunfos en sus manos. A pesar de que era introvertido y callado, poseía un mundo muy rico en su interior. Tenía cuatro hermanos, dos hembras y dos machos. Entre todos, cinco hijos como cinco soles, como solía decir Doña Nave, que así se llamaba su madre. Su padre se llamaba Don Mástil. Don Mástil era militar de alta graduación: recto, riguroso, marcial, cumplidor férreo de sus deberes y su máximo deseo era que sus hijos también lo fueran. No solo porque considerase que el servicio a la patria como el honor más alto que puede ostentar un ser vivo, sino porque la vida militar no era tan luchada como la vida civil, aunque a simple vista pudiera parecer lo contrario, ¿verdad? Doña Nave, que era famosa por sus sabios refranes y dichos, siempre solía decir que aunque los militares estaban para luchar, la vida misma era una lucha continúa por la supervivencia. Y por lo menos, en la vida militar tenías el pan asegurado. La verdad es que Doña Nave era toda una señora. Buena esposa, buena madre, amante de sus hijos, respetuosa con lo ajeno... En fin, a Doña Nave todo el mundo le profesaba un enorme respeto. Su más alta aspiración era mantener a la familia unida, incluso el día en el que ellos ya no estuviesen allí para protegerlos. Ella se encargaba de adoctrinarlos en la fe ancestral de sus antepasados y en darles una educación para que el día de mañana se pudieran defender en la sabana...


La familia de Reunión siempre vivió en casas militares en Tanzania, rodeada de militares, con compañeros cuyos papás eran militares, con saludos militares, con trajes de color militar, ruidos militares, trompetas militares... La verdad es que todos los hijos estaban hasta la coronilla de aquella vida y esto fue lo que los abocó hacia otras profesiones para disgusto de Don Mástil.


Como Reunión era una gacela de carácter metódico, se decantó por los números. Y comenzó a estudiar la carrera de Perito Mercantil, la cual abandonó cuando ya solo le quedaba un curso para terminar. Sin saber a ciencia cierta el origen de aquella actitud tan indiferente hacia su futuro, cuando todos los compañeros de su edad ya lo tenían claro, él no encontraba nada que le llenase. Vivía como ausente del mundo. El tiempo iba pasando y los padres de Reunión, en silencio, se desesperaban viendo que su querido hijo no terminaba de encontrar un sitio en la selva en el que él pudiera encajar. Hasta que por fin, cuando Reunión rondaba los 27 años de edad se enamoró hasta las trancas de una linda gacela. Su nombre era Trastorno y tenía una voz maravillosa que cautivó el corazón de nuestro indeciso galán. Ella berreaba en una coral y estudiaba Ballet clásico en la escuela de danza más prestigiosa de La Sorbona en donde solo podían entrar las figuras más destacadas de la farándula. Él la seguía a todas partes cuando ella actuaba y cuando no, también. Estaba tan enganchado, sentía tantos celos de los machos que miraban a su hembra con ojos de deseo, que no la dejaba ni a sol ni a sombra. Habían hecho todo tipo de proyectos de su vida en común, en los que entraba casarse y tener un montón de crías.


Reunión empezó a tomarse en serio los consejos que le daban sus padres. Aquellos consejos que tantas veces le habían repetido y que tantas otras no les había prestado atención. Pero ahora era diferente, ahora estaba su novia y esto era algo por lo que valía la pena luchar. Si quería vivir con ella, tenía que ganar dinero para poder mantener a su propia familia como todos los de su especie habían hecho durante generaciones.


Pero, aquella desconfianza por parte de Reunión hacia su amada, iba a ocasionar que el corazón de Trastorno se fuera enfriando poco a poco. Y aquí empezó el calvario de nuestro joven. Cuando estaban juntos, ella ya no le demostraba tanto afecto como antes. Y en el mejor de los casos, le ponía excusas para no presentarse a la cita acordada y otras veces, ni siquiera se presentaba sin más explicación. Reunión no pudo soportar aquella tensión, aquel desinterés por parte de Trastorno y, un aciago día se le rompió el corazón. Empezó a decir y hacer cosas que en él no eran habituales. Sus padres preocupados al ver aquel cambio tan drástico en la forma de ser de su hijo, lo llevaron enseguida al mejor hospital Veterinario que encontraron. Allí le diagnosticaron que sufría un ataque agudo de poesía. Los ataques agudos de poesía, para el que no lo sepa, se caracterizan entre otras muchas cosas, en que los animales que la padecen se quedan por largo tiempo contemplando a la luna, escriben largas poesías melancólicas, les da por viajar, caminar mucho y se hospedan en las mejores cuevas de la sabana africana… Esto fue la puntilla para que Trastorno se decidiera a romper la relación amorosa que mantenía con su pareja. Ahora le producía miedo estar a solas con él y esto era superior a sus fuerzas...


Como las desgracias nunca vienen solas, al poco tiempo murieron sus padres. La vida continuó. El mundo seguía girando sin inmutarse a pesar de que el corazón de Reunión estaba hecho pedazos. Qué falta de respeto tiene la vida por el dolor de sus criaturas -se decía para sí Reunión- . Él hubiese deseado bajarse del mundo a sufrir el calvario de tanta perdida. Pero allí estaban sus hermanos para ayudarle a sobreponerse. Entre todos le buscaron un trabajo por cuenta ajena en un zoo para que pudiera distraerse pero, cuando el jefe se percató del problema del joven, aduciendo la primera excusa que le vino a la mente, lo echó. Después entró a trabajar en un circo que poseía su hermana para ejercer las funciones de contable, gacela de los recados y de almacén. Allí estuvo hasta que un día, pasado mucho tiempo, al sacar la basura de su casa, se le apareció su madre envuelta en una nube y le dijo:


−Hijo mío, no sufras. Lo estás haciendo muy bien. Pero aún te queda algo muy importante por hacer. Tú naciste para mantener a la familia unida. Hijo mío no sufras más y acepta tu vida tal y como es, con amor. Es mejor así hijo mío querido.


−Mamá, mamá querida, llévame contigo −le contestó Reunión.


−No hijo mío, todavía no es el momento. Antes se tiene que cumplir tu destino. Yo he regresado para avisarte de lo que va a suceder y para que supieras que tu padre y yo estaremos siempre contigo hasta el final. Entonces, Doña Nave le contó todo y desapareció.


En ese mismo momento, Reunión cayó al suelo. Cuando despertó, estaba tendido en la cama de un hospital. Le dijeron que debido a un aneurisma cerebral había tenido un ictus que le dejó paralizado medio cuerpo. Toda la familia estaba allí. Y así siguieron días tras día y año tras año, unidos en torno a Reunión. Y cuentan los que les conocieron, que en todo momento se apoyaron unos a otros y fueron muy felices viviendo en una piña.
FIN


Ilustrador Ángel Joven