sábado, 11 de enero de 2014

RE-QUIQUE-PÍ EL EXTRATERRESTRE

ENERO DESCEREBRADO

Andrés López y Venancio Rodriguez

ATECEA comienza nuevo proyecto CUENTOS DESCEREBRADOS gracias a la colaboración de Venancio Rodriguez, el cuál junto a usuarios de nuestra Asociación, darán a luz  historias en formato cuento, los cuales narrarán vivencias, sueños e ilusiones que viven o han vivido nuestros usuarios. Ilusionados con el proyecto, os dejamos el primer cuento desarrollado con ANDRÉS LOPEZ.


RE-QUIQUE-PÍ EL EXTRATERRESTRE

Había una vez un planeta muy, muy lejano. Que estaba habitado por unos seres muy, muy extraños. Seres cuyo aspecto era fantástico, no solo por sus dimensiones pues medían más de 20 metros de altura, sino por otras cualidades extraordinarias, tales como que eran capaces de trasladarse a la velocidad de la luz, podían crear cientos de mundos de la nada y hacerlos desaparecer a su antojo con solo utilizar su pensamiento. El aspecto físico era también sorprendente: caminaban con un solo pie, solo poseían una mano, un solo ojo y una sola oreja. Como solo poseían la mitad de los sentidos y de extremidades, la naturaleza consideró oportuno dotarles tan solo con medio cuerpo para ahorrarles un gasto innecesario de energías porque su verdadera actividad la desarrollaban con la mente. En este planeta tan extraordinario vivía una familia que, aunque no reunían unas cualidades fuera de lo normal en aquel planeta,  lo que les sucedió fue algo que dejó tristemente sorprendidos a toda la comunidad extraterrestre.  Resulta que el hijo menor de aquella familia, estando durmiendo en su litera, se cayó de la cama de arriba. De tal manera cayó, que antes de aterrizar en el suelo, se dio un golpe en la cabeza con la mesita de noche y perdió la memoria. El hijo se llamaba Re-Quique-Pí, Quique para los amigos. Esto era lo único que recordaba de su pasado, todo lo demás, el golpe se lo arrancó de cuajo.
Sus padres, al oír aquel ruido tan tremendo procedente de la habitación del más pequeño de sus vástagos, se alarmaron y fueron rápidamente a su habitación para ver qué era lo que había ocurrido. Al ver a su hijo inconsciente en el suelo, sangrando por la cabeza, se temieron lo peor. Lo recogieron y  volando se lo llevaron al Hospital. Después de hacerle infinidad de pruebas, los médicos comunicaron el diagnóstico a los padres de Quique. Les dijeron claramente que su hijo, a consecuencia del golpe, sufría una amnesia aguda con total perdida de la personalidad. Les dijeron también que la ciencia no podía hacer nada por ayudar a su hijito a recuperar la memoria. También les dijeron que cualquier día sin previo aviso podría recuperar su pasado de una forma natural, aunque tampoco podían asegurarlo. Apesadumbrados, los padres de Quique se lo llevaron a casa. Verdaderamente no sabían muy bien a lo que se tenían  que  enfrentar. Aquella situación era completamente nueva para ellos y eso les producía mucha ansiedad. Cuando Quique recuperó la consciencia, no reconoció a sus padres, no reconoció a sus hermanos y tampoco se reconoció él mismo. Desde aquel día, sus vidas cambiaron radicalmente. A partir de aquel momento se esforzaron por todos los medios por acostumbrarse a la nueva situación pero no podían. La situación les superaba, no ya por ellos sino porque la vida en aquel planeta sin las cualidades que les eran propias a los de su especie le sería imposible. De modo que, después de darle muchas vueltas al asunto, con todo el dolor de su corazón decidieron mandarlo al planeta Tierra y, una vez allí, darlo en adopción a la primera familia que se encontrasen en el camino. Pensaron que dándole una nueva identidad en un mundo no tan especializado como el suyo, tendría más oportunidades de sobrevivir. Y si algún día recuperaba la memoria, siempre podría volver con ellos y si no  con saber que era feliz allí, en aquel lugar tan distante, para ellos ya sería suficiente. Sin más dilación, al día siguiente lo montaron en una nave y lo mandaron para la Tierra.
Aterrizaron en una zona que posteriormente pasaría a llamarse Éibar. Introdujeron a Quique en un huevo de Dinosaurio del primer nido que encontraron para que, a partir de su nacimiento, los papás Dinosaurios lo reconociera como suyo. Y así fue. Llegado el día, salieron todos los dinosauritos del huevo y también Quique lo hizo.  Peñasco y Flor, los papás Dinosaurios, lo acogieron como si de su propio hijo se tratara, aunque era evidente que aquel animalito era completamente diferente a los otros, ella pensó que sería a consecuencia de algún error que la madre naturaleza había cometido. Sus padres adoptivos no le dieron más importancia al hecho y cuidaron de él aún con mayor dedicación, dado que lo consideraban el menos cualificado para la vida que posteriormente tendría que llevar como Dinosaurio. Como digo, desde el principio ya vieron Peñasco y Flor que Quique era diferente, pero a medida que fue creciendo, esta diferencia se fue haciendo día a día más evidente y los problemas con sus compañeros día a día más palpables. De modo que, cuando cumplió los 11 años, decidieron emigrar a otra zona donde no les conocieran. Pensaron que sacándole de aquel ambiente donde creció, evitarían las futuras dificultades a la hora de escolarizar a su pequeño. En el fondo, tenían un sentimiento mezcla de vergüenza y de compasión por su hijo. Ellos hubieran deseado un hijo fuerte y bruto con unos colmillos bien afilados como todos los de su especie, pero la naturaleza quiso traerles a este ser débil que tanto les hacía sufrir, ¡qué mala suerte que hemos tenido!-se decían en privado.
Se fueron a vivir a un lugar que mucho tiempo después se llamaría Zaragoza. Allí lo inscribieron en el colegio Santo Tomás de Aquino que, según decían, era uno de los mejores colegios en aquel entonces. No querían reparar en gastos para que su hijo tuviera la mejor preparación posible para que se pudiera defender en el futuro, cuando ellos ya no estuvieran allí para defenderlo.
Al principio, los compañeros del pequeño extraterrestre se burlaban de él y le gastaban bromas pesadas, pero, con el tiempo,  Quique se ganó el respeto de todos sus compañeros porque demostró que aunque era el más débil de todos y el menos cualificado para la vida salvaje, sin embargo, en el estudio era el que más sobresalía de la clase. Los jóvenes de su edad siempre le buscaban cuando querían que les solucionara algún problema que no comprendían. Le invitaban a sus casas para que les explicara la lección del día anterior o para preparar algún examen. En fin, enseguida se hizo muy popular en el colegio por sus cualidades intelectuales y su buen corazón. Hay que decir que la actividad cultural en aquel Centro era considerable y eso ayudó en gran medida a que Quique cultivara su amor por la literatura. Allí descubrió que sin moverse del sitio podía viajar con el pensamiento. Allí experimentó que, sin moverse del sitio ni pagar billete alguno, podía viajar a la velocidad de la luz. Allí se demostró a sí mismo que también podía crear cientos de mundos diferentes y destruirlos en cuestión de segundos solo con su deseo. Y todo esto lo descubrió cuando empezó a escribir y a crear mundos imaginarios forjados solo con su mente. Le apasionaba aquella actividad, se sentía en su salsa, era como una llamada desde el más allá. Cuando se ponía a escribir se transformaba en otro ser que nada tenía que ver con aquellos seres que decían ser su misma familia.
Aconsejado por sus profesores, empezó a participar en concursos literarios, asistir a tertulias y frecuentar a los mejores poetas de su tiempo. Incluso llegó a publicar un libro de poesías y a ganar varios premios. En aquel entonces conoció a Margarita, una bella Dinosaurio que posteriormente sería su esposa. Ella también compartía con Quique su amor por la poesía y esta afición mutua los llevaba a estar más compenetrados el uno con el otro.
Cuando terminó la escuela, Quique se presentó a unas oposiciones de Bibliotecario en la Facultad de Filosofía y Letras y las aprobó a la primera. Allí podía demostrar todo su potencial por la memoria que poseía y por lo minucioso de su carácter. Por otra parte este trabajo, además de tratar con  jóvenes estudiantes que siempre era un placer, le dejaba tiempo para su verdadera pasión que era la escritura y la lectura. Y  allí tenía infinidad de libros en sus manos para alimentar  su imaginación y para viajar a donde él quisiera sin moverse del sitio, ¡qué felicidad! -Se decía.
Con el tiempo se casó con su amada Margarita y tuvieron dos lindos Dinoextraterrestres. Ella trabajaba como profesora en un colegio y entre los dos arrimaban a casa un buen dinerito que les permitía tener una vida holgada. A pesar de que todo parecía ir a las mil maravillas, sin embargo, Quique seguía sintiendo algo en su interior que le hacía pensar que no pertenecía a aquel mundo. Cuando escribía sus poesías, él trataba de describir a ciegas aquellos sentimientos, aquellos pensamientos que embargaban su corazón y su mente. Aquellos sueños con  seres extraños con extraños poderes continuamente le perseguían...
El tiempo pasó de puntillas, dejando sus típicas y cansadas marcas en sus cuerpos y en sus rostros. Quique y Margarita se jubilaron a los 65 años. Habían pasado la mayor parte de sus vidas juntos y se amaban profundamente casi sin saberlo. Sus hijos también formaron sus familias y eran felices. Por cierto, pasados varios siglos, un descendiente de Quique heredó sus facultades mentales. Y llegado el día en que un meteorito chocó contra la Tierra, éste salvaría a los Dinosaurios de la extinción convirtiéndolos en seres humanos. Más pequeños y mejor dotados para la supervivencia en aquellas circunstancias tan duras. Pero esto ya es otra historia.
Parecía que ya solo quedaba esperar a que el cercano final fuera lo más dulce posible. Pero ocurrió que un día mientras dormía, Quique se dio la vuelta en la cama y se cayó al suelo. Se dio un golpe en la cabeza y, en ese preciso momento, recuperó la memoria del pasado. Se levantó y fue al cuarto de baño para mirarse en el espejo y, al verse allí reflejado, no podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Era como si de la noche a la mañana hubieran pasado 100 años sin darse cuenta. Entonces, pensó en Margarita y en ese mismo momento estuvo con ella. Pensó en sus hijos y estuvo con ellos. Pensó en sus verdaderos padres y en un segundo se presentó en su casa, en aquel planeta tan lejano y se abrazaron y lloraron juntos al verse de nuevo. Y hablaron y hablaron largo y tendido hasta que todo quedo explicado y comprendido. Después, volvió con Margarita a la Tierra  pero no dijo nada de lo que había sucedido, ¿para qué?, -se decía-. La voy a asustar sin necesidad. Y así lo hizo.
A partir del momento en el que recuperó la memoria, la vida de Quique se le hizo más fácil porque, a pesar de tener un solo pie, una sola mano, un solo ojo, una sola oreja y medio cuerpo podía utilizar la imaginación para suplir todas las carencias de su cuerpo. Y esto era mil veces mejor -se decía.

FIN

                                                   
                                                                     
Ilustrador Angel Joven. Usuario de ATECEA